Estamos en 1963, en un pequeño local del centro histórico de Vic. Tres amigos planean minuciosamente un proyecto: montar un pequeño taller metalúrgico. Tienen lo básico: oficio, experiencia, contactos y conocimientos del sector. Saben que pueden ofrecer algo que puede cuajar en el mercado. Y tienen lo más importante: toneladas de ilusión. Empiezan precariamente, con recursos muy limitados: escasos medios económicos, utillaje elemental, personal mínimo... Todos hacen de todo: de operarios, de administrativos, de vendedores... Trabajan en condiciones duras, muchas horas al día, y también por la noche. Y deciden dotar a su proyecto de un nombre y de una marca: FERG.